Durante una soleada tarde a fines del mes de julio en Nueva Inglaterra (EE.UU.), Glenn Preston, un bombero de Boston, y su hijo de ocho años de edad, Jake, bromeaban en su automóvil mientras viajaban hacia Fenway Park para ver su partido anual de padre-hijo de los Red Sox. Cuando entraron a la autopista, el teléfono celular de Preston comenzó a vibrar. El número desconocido en el visor hizo que se preparara para recibir una mala noticia. Dos días antes, los médicos en el Centro Médico Dana Farber en Boston habían mandado hacer una biopsia de un tumor en el pecho de Preston del tamaño de un pomelo. Por no preocupar a su familia, no les dijo nada ni a su esposa ni a sus cuatro jóvenes hijos sobre el procedimiento. Durante semanas había hecho su mayor esfuerzo por esconder su respiración superficial y su casi constante agotamiento, así como también tampoco mencionó sus dolores de pecho ni siquiera cuando al solo estornudar sentía como si un arpón le atravesara el pecho, haciéndolo caer sobre sus rodillas.
Atendió el teléfono. El médico en la línea le dijo a Preston que tenía cáncer en estado avanzado, y que tenía que regresar al hospital de inmediato. “Está bien, está bien. OK, bien, estoy yendo a Fenway en este momento, asique hablaremos después”, dijo simulando de modo que Jake creyera que estaba hablando con algún viejo compañero. A pesar de que el médico se lo desaconsejó insistentemente, Preston siguió camino hacia el estadio. El y Jake vieron el partido completo, y luego fueron a comer una pizza.
Un par de días después, Preston se dirigió al hospital. Los médicos le dijeron que padecía un linfoma no Hodgkin avanzado, pero él no quiso analizar sus posibilidades de sobrevivir; no quería saber. Mientras una ráfaga de pensamientos sobre sus hijos atravesaba su mente, se sintió indignado pero no sorprendido.
“Desde el año 2000 he trabajado en una brigada realmente muy atareada, respondiendo a incendios y saliendo de los edificios cubierto de negro, con una suciedad extrema”, Preston me dijo recientemente. “Sabía que iba a contraer cáncer; así es el trabajo. Pero nunca pensé que sería ahora”.
Con su diagnóstico, Preston se une a una creciente lista de bomberos enfermos en Boston, intoxicados durante su carrera profesional por una tóxica variedad de agentes químicos cancerígenos absorbidos por sus pulmones, ojos, nariz y piel Según las cifras internas del Cuerpo de Bomberos, en promedio, se diagnostica con cáncer a un bombero de Boston cada tres semanas. Durante las últimas décadas, la edad de diagnóstico ha descendido de manera constante de los 60 a los 50, y ahora, sigue descendiendo hacia los 40. Preston tenía 39 cuando recibió el diagnóstico.
Esta misma realidad se está presentando en diferentes cuerpos de bomberos en todo el país. Los bomberos están muriendo a tasas alarmantes a causa de diferentes tipos de cáncer, que incluyen cáncer de colon, pulmones, melanoma, mesotelioma, próstata, recto, estómago, linfoma no Hodgkin, y más; todos los registros de diferentes estudios realizados indican que los bomberos son atacados por estas enfermedades más que el resto de la población.
Si bien es complicado identificar cifras exactas, la enfermedad está cobrándose una seria cantidad de víctimas entre los bomberos. Según la Asociación Internacional de Bomberos o IAFF, sesenta y uno porciento de las muertes de bomberos en servicio desde el 2002 hasta el 2016 estuvo relacionada con algún tipo de cáncer, cifras estas obtenidas de informes del sindicato local. Este porcentaje representa a 1053 bomberos que han fallecido durante este período. Ya que no existe un registro definitivo, seguramente esta cifra sea solo una parte del total.
La falta de datos confiables sobre las muertes de bomberos por cáncer ilustra simplemente lo subestimado que ha sido este problema. Durante décadas, se ha desestimado el análisis del tema del cáncer entre los bomberos, considerado por muchos el precio por hacer un trabajo tan peligroso pero necesario. Pero a medida que la cantidad de víctimas aumenta y la investigación revela más acerca del alcance del problema y sus causas, la preocupación hasta ahora silenciosa ha dado lugar a una concientización y movilización a gran escala.
“Le estamos dando una intensa cobertura que nos asegure que estamos haciendo lo que podemos para proteger a nuestros miembros; ellos no están pensando siempre en esto, están haciendo su trabajo, pero tenemos que asegurarnos de que exista conciencia y capacitación”, dijo Pat Morrison, asistente del presidente general para salud, seguridad y medicina en la IAFF.
No hay más tiempo que perder, dijo Morrison. “La realidad es que el cáncer lidera la causa de muerte de nuestros miembros, y probablmente sea el problema más importante sobre el que estamos trabajando actualmente”, dijo. “Es una epidemia. La tendencia sigue ascendiendo vertiginosamente”.
En ningún otro lado ha sido más agresivo el esfuerzo por combatir el cáncer – y, de cierto modo, más improbable – que en Boston, en donde el líder del cambio ha sido el Comisionado de Bomberos Joseph Finn.
Finn, un ex marino siempre usuario de bigote de 56 años de edad con ojos color azul acero, es cordial y a veces amistoso, con un acento y un humor coincidentes con su educación de clase obrera de Boston. A pesar de que su personalidad puede resultar encantadora, no se esfuerza por enmascarar una feroz determinación que bulle justo por debajo de la superficie, y que sugiere que Finn no es un hombre al que uno quisiera decepcionar. Ha ascendido por los rangos del cuerpo de bomberos durante 32 años, convirtiéndose en comisionado cuando, en 2014, fue elegido por el Alcalde de Boston Marty Walsh. Finn cree que tiene la obligación moral de cortar de raíz el aumento repentino de casos de cáncer entre sus 1500 bomberos, y desde que asumió el trabajo principal se ha empeñado en realizar ataque intensivo.
Optimistas sobre el cáncer: El Jefe de Bomberos de Boston Joseph Finn, a la derecha, y Rich Paris, presidente del sindicato de bomberos de la ciudad, están buscando maneras de trabajar unidos para combatir el problema del cáncer entre los bomberos.
“El combate de incendios es un deporte familiar, y todos están cansados de ver a nuestra familia, los miembros de este cuerpo de bomberos, enfermarse”, me dijo Finn en su oficina con una tasa de café en la mano una mañana nevada a principios del mes de marzo. Cuenta a casi 200 amigos y colegas entre los muertos.
Con la ayuda de millones de dólares como apoyo financiero por parte de la ciudad y el comprometido apoyo gremial del presidente del sindicato Rich Paris, en solo dos años el Cuerpo de Bomberos de Boston pasó de casi no reconocer el cáncer como un problema a ser considerado como uno de los líderes nacionales más progresistas en la salud y bienestar de los bomberos. A Finn ahora se lo convoca como orador en conferencias de bomberos a nivel nacional, y en abril fue nombrado Jefe de Bomberos del Año de la Asociación de Jefes de Bomberos Metropolitanos (Metropolitan Fire Chiefs Association) por su labor en la transformación de la cultura de la salud y seguridad del cuerpo de bomberos de Boston. El 6 de junio fue tuvo la conferencia magistral sobre el cáncer entre los bomberos en el Foro sobre Salud de Socorristas durante la NFPA Conference & Expo 2017 que se llevó a cabo en junio en Boston.
Con el trabajo de Finn, el enfoque de Boston para reducir las muertes por cáncer ha sido multifacético, pero todo apunta al mismo fin: limitar la exposición de los bomberos a los productos químicos que causan cáncer. “Inculcamos en la cabeza de cada bombero, ‘no inhalen humo,’” me dijo Finn. “Piensen en el humo como algo radioactivo – cada vez que lo inhalan innecesariamente están acortando sus vidas”.
A diferencia de otras muertes en servicio que suceden en un instante trágico, el cáncer es por lo general un asesino lento que aparece solo después de años de exposición a los agentes cancerígenos. Pero pareciera que el período de latencia se está acortando, en parte porque hoy más que nunca, los bomberos están siendo expuestos a una mayor cantidad de agentes cancerígenos.
Cincuenta años atrás, lo que más se quemaba en un típico incendio estructural era algodón, madera, y otros tejidos y materiales naturales – los productos de combustión no eran ideales para ser aspirados, pero no eran mucho peores que lo que se inhala al estar en un fogón, dijo Finn. Hoy en día, casi cada incendio estructural es más parecido a un evento con materiales peligrosos; se quema mucho material y nadie puede estar seguro de qué toxinas se podrían estar expulsando.
Los contenidos de los hogares modernos son un revoltijo de plásticos, goma y aparatos electrónicos, así como madera, muebles y telas espolvoreadas con productos químicos retardadores del fuego. Al arder estos materiales, los productos de combustión incluyen una serie de sustancias que hasta resulta violento nombar: acrilonitrilo, arsénico, benceno, hidrocarburos policíclicos, cadmio, clorofenoles, cromo, monóxido de carbono, dioxinas, óxido de etileno, formaldehído, ortotolidina, bifenilos policlorados, y cloruro de vinilo, entre otras; sustancias estas que han probado causar, o se cree ampliamente que causan, cáncer. Los productos químicos se infiltran en el cuerpo humano a través de la nariz, oídos, pulmones y piel sin protección. Se adhieren como velcro a cualquier cosa que toquen, como equipos de protección contra incendios, guantes, mangueras y cascos, que pueden emanar gases peligrosos durante días, semanas y meses después del incendio. Los equipos sucios contaminan el interior de los camiones, cocinas, armarios y camas. Estudios recientes en el que se han analizado los contenidos de bolsas de aspiradoras utilizadas en cuarteles de bomberos en California descubrieron que una gran cantidad de productos químicos peligrosos retardadores de llama se propagan en los hogares. En algunos cuarteles, es común ver restos de petróleo sobre algún charco de agua resultante de alguna máquina de hielo luego de un corte de energía.
Tapados: Es ahora obligatorio para los bomberos de Boston el uso de capuchas de protección utilizadas debajo del casco y máscaras para cubrir el rostro y cuello.
Contaminados por doquier, el desafío de proteger a los bomberos de la arremetida mortal de los productos químicos es inmenso, y hace cuatro años habría sido poco probable encontrar a alguien que hubiera pensado que Boston sería el cuerpo de bomberos que emprendiera tan difícil tarea.
Durante años, los bomberos de Boston contaban con una muy merecida reputación nacionalde ser obstinados, anticuados, e innecesariamente resistentes al cambio, por lo general en detrimento de sus miembros. En muchos cuarteles, el uso de aparatos de respiración autónoma o SCBA era optativo o incluso visto como un signo de debilidad. El liderazgo no parecía valorar la protección personal, y en los cuarteles de bomberos de Boston prevalecía un machismo desenfrenado, en donde los bomberos tragallamas cubiertos de hollín eran considerados como los más corajudos y fuertes de todos.
“Muchas veces cuando realizaba trabajos de supervisión (luego de un incendio), veía a algunos muchachos adentro sin sus máscaras, vomitando por las ventanas a causa del humo”, dijo el teniente Marty Fernandes, de 55 años de edad, quien me contó haber visto a varios de sus amigos bomberos morir a causa del cáncer. “Yo siempre usaba mi máscara porque aspirar ese humo no me hacía bien. Pero he oído cosas como “Oye, ¿para qué usas esa máscara?” Definitivamente existe presión de los pares”.
“Solo usaba mi máscara cuando creía que lo necesitaba”, me dijo Preston. “Solía esperar hasta sentir que no podía tolerar más el humo, hasta estar tosiendo, sofocándome y escupiendo. Así era tal cual lo hacíamos. Quería conservar aire por si lo necesitaba después, o por si encontraba a alguna víctima adentro que lo necesitaba”.
Los bomberos dijeron también que casi nunca lavaban los equipos de protección contra incendios porque cada individuo tenía un único equipo y el contratista que hacía la limpieza demoraba semanas para devolverlo, debiendo los bomberos optar por un equipo sucio o quedarse sin equipo. Los sacos sucios eran conocidos por generar nubes de polvo negro que envolvían al cuartel de bomberos, Preston me dijo. Una vez él recurrió a una lavandería local para lavar su saco de protección contra incendios cubierto de hollín. Lo metió en una máquina y se fue, y cuando regresó a buscarlo todo el lugar olía como si se hubiera incendiado.
Cultura de limpieza: Donaciones privadas han ayudado a financiar la instalación de máquinas de limpieza industrial y tendederos de secado en casi todos los 34 cuarteles de bomberos de la ciudad de modo que los contaminantes potencialmente mortales puedan ser removidos de inmediato de los equipos de protección contra incendios.
En la base de muchos de estos problemas yacían las relaciones conflictivas entre los bomberos de Boston, la gerencia del cuerpo de bomberos y la municipalidad. La contienda sobre la financiación, junto con una falta de confianza, creó una disfunción muy propagada. Los equipos y camiones eran antiguos y estaban en muy mal estado, los frenos en los camiones de bomberos presentaban fallas y permanecían rotos durante meses. Las inversiones a lo largo de los años en la infraestructura departamental fueron escasas.
Sorprendentemente, el típico cuartel de bomberos de Boston tiene ahora una antigüedad de 76 años. En la lucha para la supervivencia del cuerpo de bomberos, el cáncer no estaba en la lista de prioridades.
“Es como en el deporte, no se gana un partido solo con una delantera o una defensa; se necesita de ambas partes del equipo para ganar el partido”, me dijo Rich Paris, presidente del sindicato. “Necesitábamos que la gerencia y el sindicato trabajaran unidos para lograr esto. Pero eso no estaba ocurriendo”.
Cuando Finn y Walsh entraron en escena en el 2014, la lucha interna aminoró. El propio Finn, un ex miembro del equipo ejecutivo del sindicato, se reunió con Paris, y acordaron trabajar juntos para dedicarle el tiempo y los recursos necesarios para combatir la plaga del cáncer. Ambos estaban devastados al ver morir a sus amigos y sufrir a sus familias, me dijo Paris. Ambos sentían que ya hacía tiempo que se debían haber tomado cartas en el asunto.
“Ver a los bomberos en el hospital al lado de sus familias y sabiendo que no regresarían a sus hogares, u oír a mis amigos, esos rudos bomberos, llorar y decirme que tienen miedo; eso es duro”, dijo Paris. “Cuando les digo, ‘estarás bien,’ siento como si les estuviera mintiendo. Hubo veces en las que les dije, ‘Te veo mañana,’ y ellos murieron esa misma noche. Me gustaría poder mostrarles lo que se siente con esto al resto del cuerpo de bomberos. No hay palabras para describirlo”.
En Boston, el cuerpo de bomberos ha tomado un enfoque holístico hacia el combate del cáncer, intentando limitar la exposición de sus miembros de varias maneras. “No existe un santo remedio; es un efecto acumulativo sobre una variedad de mejores prácticas”, me dijo Finn.
Para reducir la exposición a los equipos sucios, cada bombero de Boston ha recibido dos pares nuevos de equipos de protección contra incendios a fin de asegurarse de que siempre cuenten con uno limpio al comienzo de cada turno. Con la ayuda de donaciones privadas, se han instalado máquinas de limpieza industrial y tendederos para el secado en casi todos los 34 cuarteles de bomberos de la ciudad de modo que pueda lavarse ese hollín letal en cuanto se regresa al cuartel. La ciudad está gastando millones para que cada cuartel presente una limpieza a nivel industrial, removiendo décadas de hollín, residuos de escape diésel, benceno, y una gran cantidad de otros contaminantes de los pisos, cielorrasos, muros y alfombras. Se planea construir nuevos cuarteles de bomberos, y se están remodelando otros para separar mejor estas áreas de las áreas de viviendas.
Con el fin de limitar la exposición en el lugar del incendio, la ciudad ha invertido $4.5 millones de dólares para equipar a los 1500 bomberos de Boston con nuevos tanques de aire para los aparatos de respiración autónoma que cuentan hoy con una reserva de aire para 45 minutos, un aumento del 50 por ciento, asegurándose de este modo que no necesiten quitarse las máscaras para conservar el aire.
Ahora es obligatorio el uso de capuchas de protección debajo de los cascos y máscaras para cubrir el rostro y el cuello, elementos anteriormente desconocidos en Boston. Además, se han adquirido 23 camiones de bomberos nuevos equipados con cámara de espuma de 30 galones, de modo que los bomberos puedan apagar incendios en automóviles y contenedores de basura desde una distancia segura con espuma que limita su exposición al humo mortal.
Se han modificado también las estrategias en el lugar del incendio de modo que los bomberos se alternen en ciclos, limitando la potencial exposición de cada bombero. Los jefes de incidentes monitorean ahora las condiciones del aire, y es común oír en la radio el recuento de partículas y las instrucciones para que todos los bomberos conserven sus máscaras. Un bombero sin una capucha o máscara ya no es considerado un héroe, y se imponen consecuencias por no cumplir con las órdenes de permanecer con el aire.
“Todos aquí usan una máscara y capucha ahora, y es nuestro trabajo asegurarnos de que esto así sea”, me dijo Fernandes. “Si alguien ve que no estoy usando mi capucha, me lo recalcarán, Joe Finn no juega al tonto”.
Finn se apura a remarcar que el mejor equipo y los mejores procedimientos operativos estándar del mundo no significarían nada sin la aceptación de los miembros, y que los cambios culturales necesarios para lograrlo han exigido del mayor esfuerzo y perseverancia.
Una de las primeras maniobras de Finn como jefe fue crear un Departamento de Seguridad, Salud y Bienestar dentro del cuerpo de bomberos, que ha formulado una estrategia dirigida al esfuerzo contra el cáncer. Una de las primeras tareas del Departamento fue contratar a un equipo de producción para elaborar un video presentando a las víctimas de cáncer entre los bomberos de Boston, viudas y familias al borde del llanto, e imágenes conmovedoras de cientos de bomberos que Boston ha perdido.
La idea del video, publicado a principios del 2015, fue “alarmar a la gente, concientizarla y sensibilizarla a la idea de que esto no es broma”, me dijo Finn. “Independientemente de la autoridad que se imponga para ejercer presión sobre los problemas, el tema del cáncer es una responsabilidad personal que supera cualquier otra. Si se ingresa a un edificio en llamas y se cree que es genial ser el bombero que sale del edificio cubierto en hollín, se debe pensar, ‘¿Qué le estoy haciendo a mi familia? ¿Qué me estoy haciendo a mi mismo y a la gente que dejo atrás cuando muera?’ Ese es el mensaje que tenemos que seguir inculcando.”
En ocasiones la realidad habla por sí misma. Desde el estreno del video, al menos uno de los bomberos afectados que fue entrevistado, Mark Matthews, ha muerto, dejando a su mujer con dos hijos. Cuando Finn lo visitó en el hospital dos días antes de morir, Matthews le pidió a su esposa que saliera de la habitación. Tomó la mano de Finn y le dijo, “No permitas que mi muerte sea en vano”.
Al igual que todas las víctimas del cáncer entrevistadas en el video, y muchos otros antiguos bomberos en Boston, Matthews creyó con entusiasmo en la nueva dirección del cuerpo de bomberos. Si bien varios bomberos me dijeron que aún existía cierta negación al cambio, Finn me dijo que prácticamente no hubo oposición de los miembros veteranos de bomberos.
Al mal tiempo, buena cara: Glenn Preston, con su hijo Jake, el día del último mes de julio cuando los médicos le informaron que padecía un cáncer en estadío avanzado.
“Ha ocurrido simplemente lo opuesto – ellos comprenden. Saben de lo que estamos hablando. Han enterrado a muchos amigos, y han presenciado el sufrimiento humano de los hijos y viudas”, me dijo Finn. “El desafío es la generación más joven – quieren probarse a ellos mismos y actuar como si hubieran sido héroes desde 1965. Queda en manos de los oficiales de los cuarteles dar un paso adelante y asegurarse de que los bomberos más jóvenes estén cumpliendo con las mejores prácticas. Al ser líderes y hacer sus trabajos salvarán las vidas de estos muchachos.”
Glenn Preston no tenía a nadie que le estuviera advirtiendo constantemente sobre los peligros del humo cuando se unió a los cuarteles de Boston como un principiante de 23 años allá por el año 2000. Nadie durante su capacitación en la Academia de Bomberos de Massachusetts ni siquiera mencionó la palabra cáncer, dijo.
Como resultado, Preston ya no va al cuartel de bomberos al sur de Boston por estos días. Durante meses, sus jornadas han estado ocupadas por una serie de sesiones de quimioterapia de una semana de duración en el hospital, seguida de dos semanas de recuperación en su hogar en Danvers, Massachusetts. Pero hace poco volvió amablemente a una estación de bomberos con su antiguo uniforme, y una sonrisa en su rostro, con su hija de cinco años de edad, Grace, para tomarse una fotografía y conversar conmigo acerca de su cáncer.
Después de tomar la foto, y aún usando su uniforme, se mostraba amable pero notablemente fatigado. Necesitaba agua, me dijo, e instintivamente caminó hacia la cocina. Luego se detuvo abruptamente. “No puedo usar esta ropa aquí”, se dijo para sí, aunque sus pantalones y saco estaban limpios y no habían sido utilizados por meses. Un amigo le alcanzó un vaso de agua.
Más tarde, Rich Paris me detuvo en la cocina. “Lo que acaba de ocurrir es la diferencia que existe ahora en el Cuerpo de Bomberos de Boston”, dijo, inclinando su cabeza hacia Preston. “Hace un par de años hubiéramos tenido a seis de nosotros rondando por la cocina con uniformes y cascos sucios por todos lados”. Ahora, el hombre que hace solo un año no usaba su máscara de aire en un incendio hasta no estar asfixiándose con humo ni siquiera usa su equipo limpio en la cocina del cuartel de bomberos.
Cuando le pregunté si su diagnóstico de cáncer le hizo sentir resentimiento por el cuerpo de bomberos o lamentar haber sido un bombero, Preston me respondió rápidamente que no. Dijo que sus oficiales no supieron hacerlo mejor. El tampoco supo hacerlo mejor. El piensa que nadie ha tenido la culpa. Pero ahora, mientras respira con dificultad y se lo nota exhausto después de una hora de una muy sutil actividad, sí sabe hacerlo mejor. Y es por ello que hizo el viaje de 40 minutos desde su hogar para conversar conmigo, dijo. Quiere que otros bomberos lo sepan también.
“He sido afortunado por tener este trabajo”, dijo, mientras Grace se sentaba sobre sus rodillas. “Ellos han estado allí para mí. Tal vez yo pueda hacer algo por ellos”.
Los esfuerzos en marcha para combatir el cáncer entre los bomberos tienen varios frentes.Mientras que la atención en general es capturada por las activas maniobras que se realizan en Boston para frenar los casos de cáncer entre los bomberos, también se ponen en marcha otros esfuerzosa nivel nacional que apuntan a reducir la epidemia del cáncer entre los bomberos. “No he visto nunca que un cambio se produzca tan rápidamente entre los bomberos como el tema del cáncer en los últimos años”, dijo Pat Morrison, asistente del presidente general de salud, seguridad y medicina en la Asociación Internacional de Bomberos. El trabajo en curso incluye: Red de Apoyo para Bomberos con Cáncer o FCSNFundada en 2005, la FCSN brinda un apoyo individual y asesoramiento a miles de bomberos que padecen cáncer y a sus familias. La organización también distribuye material educativo y ofrece una extensiva capacitación para la concientización y prevención del cáncer entre bomberos por todo el territorio estadounidense. En 2015, cada miembro del Cuerpo de Bomberos de Boston asisitió a un curso de tres horas de duración dictado por la FCSN. Registro congresal de bomberos con cáncer Boletas idénticas tanto en la cámara de diputados como de senadores exigen a los Centros Estadounidenses para el Control y Prevención de Enfermedades que desarrollen y mantengan un registro voluntario para rastrear a los bomberos con cáncer, y también recopilar información específica sobre la cantidad y tipo de incidentes de incendio en los que trabajaron los bomberos diagnosticados con cáncer. Se espera que con estos datos se pueda ayudar a los investigadores a determinar mejor el alcance y las causas de la epidemia del cáncer entre bomberos. Ambas boletas están ahora en los comités. Estudio de la Fundación de Investigación de Protección contra Incendios sobre limpieza de equipos de protección personalEn 2015, la Fundación de Investigación de Protección contra Incendios o FPRF, se embarcó en un proyecto de tres años de duración para validar los métodos para realizar una limpieza adecuada de los equipos de protección personal. A pesar de que el interrogante central parece ser lo suficientemente simple, dentro de éste existen decenas de preguntas más complejas: ¿Qué tan limpio debe estar el equipo de protección personal para dejar de plantear un riesgo para la salud? ¿Qué tipos de equipos de protección personal o de materiales de dichos equipos deben evaluarse? ¿Qué tipos de productos químicos y riesgos biológicos deben evaluarse? Cuando se complete el proyecto en 2018, será aplicado directamente a la norma de limpieza principal de NFPA, brindándoles a los bomberos una idea mas clara sobre el modo efectivo en que deben limpiar sus equipos para minimizar que los miembros se vean expuestos a estas sustancias potencialmente peligrosas. Estudio de la cohorte de bomberos con cáncerEl verano pasado, investigadores de diferentes instituciones, incluyendo las Universidades de Arizona y Miami, se embarcaron en un estudio de 30 años para monitorear de cerca cientos de nuevos bomberos contratados de Boston, Arizona y Florida. El estudio les brindará a los investigadores antecedentes detallados sobre las exposiciones ocupacionales y elecciones de estilo de vida de cada bombero y permitirá realizar como nunca antes, correlaciones más significativas entre el combate de incendios y el cáncer. Todos los estudios realizados anteriormente, sobre bomberos con cáncer, han sido restrospectivos, en los que se están suponiendo los niveles de exposición que tuvieronlos participantes en el pasado. Campaña de la FPRF para el control de la contaminación entre los bomberos Este proyecto de un año de duración liderado por la FPRF busca identificar, aclarar y promover información sobre las mejores prácticas para el control de la contaminación, no solo en los lugares del incendio sino en todas las actividades llevadas a cabo por los bomberos. El control de los contaminantes peligrosos exige acciones claras y mejoras en las prácticas así como también replantearse el uso de los equipos, camiones y estaciones. En julio, la FPRF llevará a cabo una reunión cumbre para bomberos de dos días de duración con 50 expertos líderes para revisar y mejorar el material didáctico que se está desarrollando sobre control de la contaminación en el lugar del incendio, e identificar las brechas que requieren de una mayor atención. Con entregas programadas para fines del 2017, el proyecto promoverá importantes materiales para campañas educativas con el fin de fomentar una mentalidad más amplia para reducir las exposiciones a contaminantes por parte de los bomberos. La Asociación Internacional de Bomberos o IAFF La IAFF ha estado realizando una fuerte campaña durante años para educar a sus miembros sobre cómo brindarse una mejor autoprotección. El sindicato tiene un programa en línea gratuito de concentización que instruye a los bomberos acerca de las sustancias cancerígenas en el lugar del incendio, repasa las vías de exposición, e informa a los bomberos sobre cómo pueden reducir sus riesgos de contraer cáncer. El tema del cáncer está siendo ahora ampliamente analizado en cada conferencia y reunión de la IAFF, y con frecuencia se publica material educativo. “Estamos intentando transmitir el mensaje por todos los medios disponibles”, dijo Morrison”. —J.R. |