‘Estamos en modo desastre’

 

Manejo de Emergencias & Materiales Peligrosos

‘Estamos en modo desastre’

Por Jesse Roman

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A partir de las lecciones que nos da la pandemia, ¿cambiará para siempre la respuesta a las emergencias?

Durante las horas diurnas del día 4 de abril, las radios del Cuerpo de Bomberos de Nueva York (Fire Department of New York o FDNY) sonaban casi a cada minuto con una voz que repetía la misma frase escalofriante: “10-37, Código 1”— forma abreviada del FDNY para referirse a una víctima hallada sin vida al momento de arribar.

“Esto no es combatir un incendio, se parece más a la tripulación de un barco que se está hundiendo y tratan desesperadamente de cargar los botes mientras el agua se aproxima cada vez más”, escribió Simon Ressner, jefe de batallón de FDNY, sobre ese agotador día desde su estación de Brooklyn. Su relato, que fue luego publicado en el sitio web de noticias sin fines de lucro ProPublica, resume como ningún otro la experiencia de los socorristas en el epicentro de la pandemia del COVID-19.

Solamente ese sábado, murieron 421 neoyorquinos por causa del nuevo coronavirus, y más de 1,300 nuevas víctimas fueron hospitalizadas, de acuerdo con el Departamento de Salud de la Ciudad de Nueva York. Los siguientes días, la cifra diaria de fallecidos ascendería aún más. “Creía que haber sobrevivido al 11 de septiembre de 2001 sería la parte de la historia que le contaría a mis nietos”, reflexionó Ressner, “pero el COVID ha claramente superado incluso ese funesto y desolador día”.

Exponiéndose casi diariamente al virus, los trabajadores del cuidado de la salud de la primera línea y los socorristas han estado entre los millones de infectados de todo el mundo, y docenas de trabajadores de los servicios contra incendios y de los servicios médicos de emergencia (EMS) han fallecido por complicaciones relacionadas con el virus. Según una base de datos presentada por la Asociación Internacional de Bomberos (International Association of Fire Fighters o IAFF), a mediados de abril, había cerca de 12,500 bomberos en América del Norte que estaban en cuarentena, 700 infectados, y seis fallecidos. Las cantidades actuales son ciertamente más altas, ya que muchos de los distritos de los cuerpos de bomberos, entre ellos la mayoría de los de la Ciudad de Nueva York, no habían aún compartido sus datos con IAFF.

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En Alemania, se le hace un hisopado nasal a un socorrista, como parte de una prueba de detección de anticuerpos de coronavirus. En todo el mundo, los socorristas han sufrido altos niveles de infección por COVID-19 como resultado de su exposición a pacientes con coronavirus. (Getty Images) 

 

Solamente en FDNY, alrededor de 3,000 miembros de los EMS y personal del cuerpo de bomberos estuvieron con licencias por enfermedad durante un tiempo a principios de abril, lo que representa cerca de un cuarto del total de miembros de los EMS y 17 por ciento del total de bomberos, según los informes de noticias locales. Al mismo tiempo, se registraban nuevos récords casi diariamente en el volumen de llamadas, llegando hasta casi 7,000 llamadas por día. Un día habitual de trabajo se reciben alrededor de 4,000 llamadas, según FDNY.

Si bien algunas regiones de Nueva York, Italia y España se han visto más seriamente afectadas en la pandemia, al momento de la publicación de este artículo, socorristas de todos los países han afrontado distintos grados del mismo desafío abrumador: cómo manejar una sobrecarga sin precedentes de pacientes enfermos y contagiosos mientras se lidia con una disminución de los recursos humanos y una gran escasez de suministros y equipos de protección personal (EPP) esenciales. En los Estados Unidos, especialmente, estos problemas solamente han exacerbado preocupaciones de larga data sobre la dotación de personal, los suministros y el financiamiento de los cuerpos de bomberos. Mientras se aguarda un alivio de la actual pandemia, algunos profesionales de la seguridad piensan en el futuro con la esperanza de que haya cambios para que las agencias estén en una mejor y más resiliente posición cuando la siguiente emergencia de salud pública de gran escala golpee.

 “Una de la principales lecciones recibidas hasta ahora es que necesitamos apoyarnos con mayor firmeza en nuestros sistemas de manejo de emergencias mucho antes en el proceso”, dijo John Montes, un especialista de NFPA con larga trayectoria en administración y planificación de los EMS. “Es necesario que tratemos a las emergencias de la salud pública de la misma manera que tratamos los desastres naturales”.

Cómo arreglárselas con menos recursos

Tener que prescindir de miles de personas justo cuando las llamadas aumentan vertiginosamente ha causado estragos en un sistema de respuesta a emergencias que, incluso en tiempos normales, está diseñado para funcionar de la manera más eficiente posible, dijo Montes. “Durante un desastre, generalmente se convocan unidades extras de lugares de todo el país para cubrir la necesidad, pero en este caso, la necesidad es tan generalizada que compartir los recursos de las áreas no afectadas no siempre ha sido posible”, dijo.

Como resultado,  los servicios de todo el mundo se han puesto en modo crisis, ajustando o incluso desestimando reglamentaciones codificadas desde hace tiempo y aplicando métodos no ensayados que se habrían considerado impensables sólo semanas atrás. Estos estándares de cuidado de crisis, como se los conoce, han incluido todos los aspectos, desde la reducción de la cantidad de personal requerido en una ambulancia hasta la extensión de las licencias médicas vencidas, con médicos que filtran y priorizan las llamadas por emergencias, e incluso se niegan a trasladar a los pacientes al hospital si la condición no se considera lo suficientemente grave. Procedimientos alternativos como estos han sido actualmente implementados por más del 80 por ciento de los cuerpos de bomberos de los Estados Unidos, de acuerdo con un sondeo de 400 cuerpos de bomberos realizado por IAFF.

Los cambios tienen el propósito de extender la capacidad limitada en la mayor medida posible, dijo Aaron Burnett, director de los EMS del estado de Minnesota. “Algunas de las reglamentaciones que están suspendidas son aspectos considerados casi sacrosantos—como requerir que la persona que está en una ambulancia tenga una certificación—aunque esto está diseñado para permitirnos ser muy ágiles”, explicó Burnett en un reciente seminario web auspiciado por la Oficina de los EMS de la Administración Nacional de Seguridad Vial en Carreteras (National Highway Traffic Safety Administration). Si las reglamentaciones no se pueden adaptar a la cambiante situación  que impera en la calle, esas reglamentaciones pueden comenzar a transformarse en una barrera para el cuidado eficaz de los pacientes y pueden realmente ser un obstáculo para la provisión y la protección de la salud y seguridad de los ciudadanos”.

Si bien muchos de estos ajustes están planificados y ensayados específicamente para tales momentos excepcionales, otros cambios han sido hechos involuntariamente, en general por mera desesperación. La escasez de barbijos de uso médico, batas y otras vestimentas protectoras, por ejemplo, han forzado a los socorristas a asumir riesgos que nunca habrían considerado durante operaciones normales. Casi en todos lados, los barbijos previstos para un solo uso son ahora usados durante varios días o incluso semanas para extender los insumos. En algunos lugares, los paramédicos han confeccionado sus propias batas de protección con cortinas de baño, capas o ponchos impermeables; otros están usando máscaras protectoras de impresión 3D donadas por voluntarios o barbijos de tela confeccionados por grupos religiosos. Algunos estados incluso han publicado lineamientos que indican a los cuerpos de bomberos el uso de prendas de protección y aparatos de respiración autónoma (self-contained breathing apparatus o SCBA) en las llamadas por COVID.

“Estamos en modo desastre”, dijo Pieter Maes, bombero y técnico en urgencias médicas del Cuerpo de Bomberos de Bruselas, Bélgica, a NFPA Journal a fines de marzo. “Tenemos que improvisar y pensar de manera no convencional”. Maes ha creado un nuevo sitio web, covidfirstresponse.com, para recabar y compartir la información presentada por socorristas de todo el mundo acerca de maneras creativas de extender los recursos limitados, aun si ello significa que estas soluciones no cumplan con las disposiciones del código y con la salvedad de asumir el riesgo de su aplicación. Ello incluye información obtenida con el aporte de datos de todo el mundo sobre elaboración de filtros para máscaras con SCBA, métodos para la desinfección de EPP, instrucciones para impresiones 3D de equipos y muchos otros más. 

Para colaborar con esta iniciativa, NFPA también ha publicado una página de sugerencias con lineamientos tomados de NFPA 1581, Norma sobre el Programa de Control de Infecciones del Cuerpo de Bomberos, que describen diversas medidas que los socorristas pueden implementar para minimizar su exposición y a la vez conservar sus EPP. Esto incluye que los operadores de los servicios soliciten a los pacientes reunirse con los socorristas en un espacio a la intemperie, si eso es posible, donde el riesgo de transmisión del virus es menor, así como establecer protocolos para reservar los EPP de más alto nivel, como máscaras respiratorias N95, para las llamadas de riesgo más alto.

Aprenda Algo Nuevo, Cuatro puntos clave de NFPA 1581 (Video del NFPA Journal).

Lecciones aprendidas

Si bien estas normas para crisis han sido necesarias para que las agencias de respuesta puedan sobrellevar este momento sin precedentes, la mayoría de los expertos creen que los protocolos normales de rutina para personal y cuidado de los pacientes volverán a aplicarse, en su mayoría, una vez terminada la pandemia. Eso no significa, sin embargo, que todo va a volver a ser, o debería volver a ser como era, dijo Montes. Como ha sucedido con tantos otros aspectos de la sociedad, la crisis del COVID-19 ha iluminado algunos de los puntos débiles inherentes al sistema de respuesta a emergencias de los Estados Unidos, y los observadores tienen la esperanza de que esto podría llevar a varios cambios sistemáticos.

Una fisura que ha sido exacerbada durante la pandemia es el inadecuado financiamiento de los servicios médicos de emergencia, dijo Montes. A diferencia de los hospitales y del resto del sistema de cuidado de la salud, que reciben fondos de Medicare/Medicaid y de coberturas médicas privadas para la atención a pacientes, a los EMS y a los EMS para incendios, en la mayoría de los casos, solamente se les paga por el traslado de pacientes al hospital.

Sin embargo, durante la pandemia, las agencias EMS de voluntarios y personal remunerado han redoblado su tarea ofreciendo pruebas de detección de COVID-19 sin costo y atendiendo a pacientes fuera de los hospitales para evitar el colapso de las instalaciones médicas ante el volumen de pacientes. Un sondeo publicado el 21 de abril por la Asociación Nacional de Técnicos en Emergencias Médicas (National Association of EMT) determinó que más del 60 por ciento de las agencias EMS aplican estos protocolos de tratamiento y alta, en lugar de los traslados, pero que un 87 por ciento de esas agencias no reciben ningún pago por esos servicios.  

“Este ha sido un gran absurdo contra el cual batallan las asociaciones de socorristas”, dijo Montes. “Los cuerpos de bomberos y prestadores de los EMS están sobrepasando sus presupuestos con la compra de EPP y llevando a cabo todas estas actividades que ayudan a la supervivencia del sistema de cuidado de la salud, pero no reciben nada por eso, lo cual es descabellado. No es correcto”.

Otro problema de larga data que solamente ha empeorado bajo el peso de la pandemia es la difícil situación de las agencias de bomberos voluntarios y EMS, que conforman alrededor del 80 por ciento de los departamentos de los Estados Unidos y prestan servicio a aproximadamente un tercio de la población. Las agencias, ya afectadas por una membresía reducida y una creciente demanda de servicios, se han visto aún más paralizadas por la incapacidad de recaudar fondos o reclutar y conservar miembros durante la presente emergencia. “Algunos servicios pueden no tener las reservas necesarias para seguir llevando a cabo sus operaciones”, dijo Jonathan Dayton, vicepresidente de la Asociación de Voluntarios para Incendios y Rescates de Allegany-Garrett (Allegany-Garrett Volunteer Fire and Rescue Association), a un periódico local en abril. Los reclamos por un mayor financiamiento estatal y federal para estas agencias probablemente se harán más fuertes, en especial cuando los ciudadanos vean cuán indispensables son estos servicios durante la pandemia, dijo Montes.

Por último, una de las fallas más visibles en la respuesta a la crisis del COVID-19 ha sido la incapacidad de adquirir y distribuir suficientes equipos para abastecer a los trabajadores de la primera línea. En el reciente sondeo de IAFF, el 58 por ciento de los cuerpos de bomberos informaron que los funcionarios estatales no pueden suministrarles los EPP necesarios. Si bien investigadores y académicos debatirán sobre las diversas causas de esta insuficiencia, la importancia de contar con una estrategia cohesiva desde el principio ya es una clara lección, dijo Montes. Los expertos en servicios de respuesta creen que en el futuro sería acertado que respondamos a las emergencias de salud pública como lo hacemos a los desastres naturales y que implementemos sistemas de manejo de emergencias de larga data mucho antes en el proceso.

Normalmente, cuando un desastre como un huracán azota, se activan los sistemas de manejo de emergencias estatales y federales, dando lugar a un enfoque sistemático para la recolección y distribución de recursos en las áreas afectadas, como se describe en NFPA 1600, Norma sobre Manejo de la Continuidad, de Emergencias y Crisis. Si se aplica según el diseño, el gobierno federal potencia su poder adquisitivo sustancial para la compra de equipos al mejor precio y posteriormente lo distribuye en la cadena de manera objetiva, basándose en las necesidades. Ese enfoque ha sido implementado sólo esporádicamente durante la pandemia y demasiado tarde, dijo Montes, posicionando a los gerentes responsables del manejo de emergencias federales y regionales en significativa desventaja.

“En cambio, tenemos un sistema donde las entidades compiten entre sí—redes para el cuidado de la salud compiten contra los estados, y entidades gubernamentales como cuerpos de bomberos compiten contra proveedores de EMS privados por los EPP necesarios”, dijo. “A dónde se destinan los EPP no necesariamente se basa en quién tiene la mayor necesidad. La lección para el futuro es que se trate a estas emergencias de la salud pública como desastres e involucrar las operaciones de emergencia—las FEMA del mundo—antes”.

 

Jesse Roman, Editor de NFPA Journal

 

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