Amenaza y preparación

 

Manejo de Emergencias & Materiales Peligrosos

Amenaza y preparación

Por Scott Sutherland

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Cuanto mejor entienda a su comunidad, mejor va a ser su manejo de la próxima crisis de gran escala. Por qué es ahora el momento de procurar reducir los riesgos de las comunidades.

El Condado de Blaine, Idaho, no es la clase de lugar que pueda ser fácilmente asociado con una pandemia mundial. Allí situada la ciudad de Ketchum (2,800 hab.) con sus centros de esquí, el Condado de Blaine se caracteriza por sus bellas montañas, vastas tierras forestales nacionales y un encanto rústico, peculiar imbuido del espíritu de Ernest Hemingway, quien la eligió como su última morada permanente. Está a diez horas por carretera de Portland, nueve horas de Las Vegas y cuatro horas y media de la Ciudad de Salt Lake. Para lograr llegar allí, como dice el dicho, tienes que desearlo.

Ahora parece que es mucha la gente que lo desea. El Condado de Blaine alberga el Complejo Sun Valley Resort y miles de personas acuden a la región para asistir a sus magníficos centros de esquí y otras actividades al aire libre. Adinerados visitantes provenientes de Los Ángeles, Seattle y Nueva York, y de ciudades internacionales, tienen allí sus residencias de vacaciones, y vuelan hacia y desde el pequeño aeropuerto de la cercana ciudad de Hailey. A pesar de su relativo aislamiento, el Condado de Blaine es en realidad algo así como un polo de atracción internacional.

Es por ese motivo que, en marzo, comenzó a aparecer en los titulares por tener una de las tasas per cápita de infección por coronavirus más alta del país. Neil Bradshaw, alcalde de Ketchum, no dudó en establecer el vínculo entre el COVID-19 y el turismo. “Ketchum está en la primera línea en Idaho con respecto al coronavirus”, dijo Bradshaw al Idaho Statesman. “¿Por qué estamos en la primera línea? Porque tenemos turistas, tenemos segundas viviendas. Tenemos un flujo continuo que entra y sale de nuestra comunidad. Hemos cerrado el círculo con respecto a convertirnos en una comunidad que no promueve los viajes (inmediatos)”. Ketchum no estaba solo: otros centros de esquí internacionales, entre ellos Vail, Colorado, fueron identificados como incubadoras de coronavirus, en las que muchos de los visitantes se infectaron antes de retornar a sus hogares y propagar la enfermedad.  

Las amenazas enfrentadas por innumerables comunidades de todo el mundo refuerzan la necesidad de que jurisdicciones de todos los tamaños —Ciudad de Nueva York, Teherán, Roma, Ketchum—comprendan esas amenazan y reúnan los recursos con los que abordarlas. Recursos no siempre significan dinero, fuerza de trabajo y pertrechos, sin embargo: de la misma importancia, puede ser que signifiquen un acabado entendimiento de la comunidad, desde amenazas naturales y provocadas por el hombre como incendios forestales e instalaciones industriales, hasta importantes componentes demográficos, como una gran población de edad avanzada o afluencias de turistas internacionales. Habiendo comprendido eso mediante un proceso conocido como reducción de riesgos en las comunidades (community risk reduction o CRR) —las comunidades pueden hacer una mejor evaluación del impacto de los potenciales riesgos y del mejor modo de minimizarlos. También les ayuda a identificar cuáles son los recursos necesarios cuando surgen los problemas y a asistir en la recuperación en su etapa posterior.

Como mínimo, el proceso contribuye con las comunidades en el manejo de una crisis. Como la presente emergencia lo ha demostrado, también puede ayudar a salvar vidas.

Toma de conciencia en las comunidades

La actual pandemia es solamente el ejemplo más reciente del motivo por el cual la reducción de riesgos en las comunidades (CRR) se ha convertido en una herramienta esencial para la evaluación de amenazas, la preparación, el manejo y la recuperación. El relato descriptivo del COVID-19 ilustra la manera en que la amenaza de una enfermedad infecciosa se ha intensificado debido al crecimiento de la población mundial en cantidad y densidad, y debido a los viajes y migraciones de las personas en cantidades sin precedentes. Esa agitada rotación global está acompañada por una diversidad de virus y otros agentes patógenos en constante mutación, desde el virus del Nilo Occidental y del Zika hasta la gripe H1-N1, que involuntariamente dispersamos en nuestros viajes. Como lo ha demostrado un brote del Ébola en Texas en 2014, amenazas de las que una vez consideramos que estábamos aislados pueden en la actualidad, a través de los océanos o continentes, aparecer rápidamente ante nosotros.

La actual pandemia también demuestra la extensión a las que las comunidades podrían tener que valerse por sí mismas en una emergencia. Un aspecto desalentador de la historia del COVID-19, hasta el momento, han sido las desconexiones a gran escala—entre los países, entre los poderes de gobierno, entre las gobernaciones federales y estatales—que han obstaculizado la preparación y perjudicado la respuesta. En el nivel de las comunidades, los funcionarios han tenido que enfrentarse a informaciones contradictorias y a una aguda escasez de recursos esenciales, entre los que se incluyen equipos de protección personal para socorristas y trabajadores de la salud. En los Estados Unidos, la habitual administración vertical de una emergencia de gran escala se ha visto sólo rara vez durante la respuesta al coronavirus. Muchas comunidades, desesperadas por cualquier clase de acción coordinada, podrían solamente esperar asistencia si aumenta la cantidad de personas afectadas, mientras que en otras se improvisan soluciones que, en algunos casos, ponen en riesgo a los socorristas, trabajadores del cuidado de la salud o ciudadanos.

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Personas en Sari, Irán, rezan ante el cuerpo de una víctima de COVID-19 antes de su entierro. (Getty Images)

Por todas estas razones, dicen los expertos, es necesario que las comunidades tengan un plan propio que les ayude a enfrentar la próxima pandemia, o cualquiera sea el formato de la próxima amenaza generalizada. La nueva NFPA 1300, Norma sobre Evaluación de Riesgos de las Comunidades y Elaboración del Plan de Reducción de Riesgo Comunitario, por ejemplo, contribuye con las comunidades en la identificación y priorización de riesgos y en la implementación de medidas para su reducción y manejo. “Sabemos que en muchas comunidades se llevan debidamente a cabo las evaluaciones de riesgos y se ha comprobado que han sido de gran utilidad durante este brote”, dijo Chelsea Rubadou, responsable de estrategias para la reducción de riesgos en las comunidades de NFPA, en un reciente podcast de NFPA Journal sobre la respuesta al COVID-19.

Las evaluaciones de riesgos proporcionan a los funcionarios de la seguridad información demográfica como edad, raza y situación económica de los residentes, junto con su distribución geográfica, un aspecto que incluye la ubicación de hogares de cuidados intermedios o instalaciones de cuidados asistenciales. (El New York Times ha informado que al menos un 20 por ciento de las muertes por coronavirus en los Estados Unidos han ocurrido entre los residentes de estas instalaciones.) Bradshaw, alcalde de Ketchum, dijo que en su comunidad se empleaba esta clase de información cuando promulgó una prohibición temporal en el rubro de la construcción durante el brote; un gran grupo de jubilados y propietarios de edad avanzada de segundas viviendas del Condado de Blaine implicaba que eran muchas las personas vulnerables a las complicaciones del COVID-19. “Presentamos una serie de medidas para proteger a estas personas, comenzando con una declaración de emergencia sanitaria”, dijo Bradshaw a NFPA Journal. “Agregamos la prohibición para la construcción debido a que muchos de los obreros vienen desde afuera del condado, y hay riesgos asociados con ese tipo de exposición. Estamos recién comenzando a flexibilizar la prohibición, aunque todavía aplicamos muchos protocolos estrictos”.

La ‘cultura del rescate’

Asimismo, los datos demográficos provistos por una evaluación de riesgos pueden superponerse con los datos económicos y cívicos, tales como si en la comunidad predomina una única industria o si es albergue de una gran cantidad de estudiantes terciarios. Los edificios pueden ser catalogados para una identificación más sencilla de sitios para hospitales temporales, pruebas sanitarias y otros fines. Las amenazas existentes también pueden ser tenidas en cuenta, como por ejemplo si la comunidad está cerca de instalaciones de procesamiento de productos químicos o es propensa a incendios forestales.

“El propósito de la norma es amplio”, dijo Rubadou. “Muchas personas han solicitado una lista de verificación o una plantilla para cumplir con la CRR y con la evaluación de riesgos en la comunidad, pero cada comunidad es tan singular que sería realmente complejo proveer una plantilla lo suficientemente amplia como para cubrir todas las amenazas que enfrentan cada una de las comunidades. Una amenaza como una pandemia debería ser considerada, y probablemente será considerada, más frecuente de lo que ha sido”.

Otros documentos NFPA también pueden contribuir con las comunidades en el manejo de las crisis. NFPA 1600, Norma sobre Manejo de la Continuidad, de Emergencias y Crisis, está diseñada para colaborar con los usuarios en la evaluación y priorización de sus funciones esenciales y plan, de la mejor manera en que puedan, para posibles emergencias. El documento, que fue reconocido por la Comisión 11/9 como norma nacional de preparación del país, es ampliamente aplicado por organizaciones privadas y públicas en el nivel local, regional, nacional y mundial. La norma ha sido adoptada por el Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos (US Department of Homeland Security) como norma de consenso voluntario para la preparación para emergencias. Los principios descritos en NFPA 3000, Norma para el Programa de Respuesta a Tiradores Activos/Eventos Hostiles (Active Shooter/Hostile Event Response o ASHER), también puede ser de amplia aplicación—empleando lo que en la norma acertadamente se denomina “enfoque integral de la comunidad”—con el fin de elaborar un protocolo para todos los riesgos que puede abordar una amplia gama de amenazas, entre ellas una pandemia.

Tan vital como será la preparación en el nivel comunitario para el manejo de la siguiente emergencia, los expertos sostienen que esas iniciativas tendrán un mayor significado si están acompañadas por un mayor sentido de la responsabilidad pública. “Es justo decir que nos hemos introducido en esta pandemia en gran medida como con una cultura de rescate”, dijo Karen Berard-Reed, responsable de estrategias para la reducción de riesgos en las comunidades de NFPA, al podcast de NFPA Journal. “Es un consecuencia no intencionada de algo que está andando realmente bien—tenemos esta maravilloso sistema de socorristas listos para brindar asistencia en prácticamente, cualquier emergencia... pero también ha llevado a cierta apatía por parte del público en lo que respecta a la prevención”.

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Un transeúnte pasa frente a un grafiti del COVID-19 en una calle de Berlín. (Getty Images)

Ignorar la prevención, o ceder la responsabilidad a otros, puede resultar en un crecimiento de riesgos fuera de control, dijo Berard-Reed, lo que lleva a que haya innecesarios heridos y víctimas fatales que aquejan igualmente a civiles como a socorristas. “Es necesario que regresemos a ese lugar donde las personas asumen mayor responsabilidad por la prevención del asunto en primer lugar—en la crisis [del COVID-19], tenemos ahora este punto de exclamación sobre el hecho que todas las personas individualmente desempeñan un rol en la salud y la seguridad de la comunidad. De verdad tenemos esta oportunidad de cambiar la cultura del rescate por una cultura de la prevención... cuando eventualmente salgamos de esta crisis, podríamos tener una visión diferente del motivo por el que están allí nuestros socorristas, y [podemos darles] más que una oportunidad para involucrarnos en el proceso de reducción de riesgos, en lugar de tener que poner tanta energía en la respuesta a las necesidades de la comunidad”.

Como lo han hecho desde algún tiempo hasta ahora, los expertos en salud de todo el mundo sugieren que no hay tiempo que perder. Una mirada a los brotes mundiales y advertencias monitoreados por los Centros de Control de Enfermedades a fines de abril parece avalar eso: sarampión en los Estados Unidos, fiebre amarilla en Etiopía, fiebre de Lassa en Nigeria, dengue en Asia y en las Islas del Pacífico. Diferentes de pandemias, tal vez, pero indicadores de que la placa de Petri está repleta, y preparada para la oportunidad.

 

Scott Sutherland, Editor Ejecutivo del NFPA Journal

 

 

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