El uso de este tipo de espuma satisfizo una necesidad, pero a un costo potencial para la salud humana y el medioambiente
A principios de la década de 1960, la Armada de los Estados Unidos comenzó a trabajar con la empresa de productos químicos 3M para desarrollar una espuma de extinción de incendios con la capacidad suficiente para combatir rápidamente los incendios provocados por combustibles líquidos a bordo de sus barcos, incluidos los portaaviones. De forma fortuita, los investigadores del proyecto descubrieron una nueva sustancia prometedora, y en 1966 la Armada recibió los derechos de patente para la espuma formadora de película acuosa o, como habitualmente se la denomina, AFFF. Al cabo de tres años, la Armada estableció que todas las instalaciones bajo su dependencia estuvieran equipadas con un espumógeno de tipo AFFF para extinguir incendios. Desde entonces, se han utilizado ampliamente diferentes variaciones de la fórmula original en bases militares, aeródromos, instalaciones de gas y petróleo, así como por los cuerpos de bomberos municipales.
Sin embargo, desde la década de 1970, diferentes científicos y expertos en salud han expresado su preocupación por los peligros potenciales que supone un grupo de compuestos químicos de la AFFF; estos compuestos se denominan sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas o PFAS, abreviatura en inglés. Cabe destacar que estos compuestos no se encuentran presentes de forma exclusiva solo en las espumas de extinción de incendios: desde la década de 1950, se han utilizado cerca 9000 tipos diferentes de compuestos PFAS en una variedad de productos que abarcan desde utensilios de cocina antiadherentes hasta telas resistentes a las manchas y cajas de pizza para llevar. Si bien la composición molecular puede presentar algunas variaciones menores, todas las sustancias químicas PFAS se componen de cadenas de átomos de carbono unidos al flúor. El problema de estas sustancias radica en que estos enlaces carbono/flúor son más resistentes que cualquier otro enlace químico que se encuentre en la naturaleza, hasta el punto de que no se descomponen en el medioambiente ni tampoco en los cuerpos de personas o animales. Este rasgo ha llevado a la Agencia de Protección Ambiental (EPA) de los Estados Unidos a describir las PFAS como "sustancias químicas para siempre".
Una serie de estudios ha demostrado que el uso predominante de AFFF sin un proceso posterior de recuperación, implica que los compuestos que contiene las PFAS tienden a permanecer en ese entorno de uso, por ejemplo, en las instalaciones donde se dictó un curso de formación, en un incendio o en un desagüe a la bahía de un camión de bomberos. Como es de esperar, estos compuestos han llegado de alguna manera a los suministros de agua y los suelos. El sulfonato de perfluorooctano (PFOS) y el ácido perfluorooctanoico (PFOA), los dos compuestos de la PFAS que se produjeron con mayor frecuencia en EE. UU. y que, por lo tanto, se han estudiado al detalle, se han encontrado en muestras de aire, en océanos e incluso en el Ártico. La organización sin fines de lucro de Washington, D.C., Environmental Working Group se encarga de llevar un registro y de localizar la contaminación por PFAS en Estados Unidos. Desde octubre de 2021, ha identificado más de 2800 ubicaciones, en 50 estados y dos territorios de EE. UU., que se sabe que están contaminadas con PFAS. Entre 2013 y 2015, la EPA realizó una amplia investigación de los sistemas públicos de suministro de agua de EE. UU. y descubrió que en 198 de ellos (o alrededor del 4% de todos los sistemas públicos de suministro de agua del país) se detectaron al menos uno o más compuestos químicos PFAS en el umbral mínimo de notificación o por encima de este.
El carácter persistente de estos compuestos químicos ha afectado la salud de los seres humanos y la vida silvestre por igual, según diferentes estudios gubernamentales y universitarios realizados en todo el mundo. En 2007, un grupo de investigadores analizó muestras de suero sanguíneo de unas 2100 personas de todo EE. UU. y descubrió que más del 98% de las muestras presentaban niveles detectables de PFAS. Según la Agencia para Sustancias Tóxicas y el Registro de Enfermedades (ATSDR), la exposición a niveles elevados de PFAS podría aumentar el riesgo de sufrir cáncer y otros problemas de salud en los seres humanos. Entre los problemas de salud no relacionados con el cáncer que se sospecha que están relacionados con el uso de PFAS, se incluyen colesterol elevado, enfermedad tiroidea, daño hepático y renal, efectos sobre la fertilidad, inmunosupresión y bajo peso al nacer, según varios estudios.
"Todos pensábamos que era completamente seguro; es más, todas las advertencias que leí a lo largo de estos años decían que no se debía beber y que se debía evitar el contacto con los ojos por el riesgo de picazón; pero nunca usamos un EPP ni tomamos precauciones extraordinarias para su uso," comentó Jeremy Souza, bombero con amplia experiencia y ex subjefe de bomberos del aeropuerto internacional T.F. Green en Providence, Rhode Island. Hace años, Souza y otros bomberos utilizaban la solución de AFFF en una variedad de aplicaciones, incluso como desengrasante de uso general. "Ahora, tengo colegas ya jubilados que se encuentran sumamente preocupados por esta situación. A muchos de nosotros que, básicamente, estuvimos cubiertos con esta sustancia durante décadas, nos preocupa a qué hemos estado expuesto exactamente todo este tiempo".
JESSE ROMAN es jefe de edición de NFPA Journal. Fotografía superior: GETTY IMAGES